Morteros - Mortars
El mortero es una pieza perfectamente definida como material de guerra. El término significa un arma que dispara proyectiles con ángulos superiores a los cuarenta y cinco grados y que, por ello, emplea trayectorias muy elevadas por encima de crestas y cubiertas, con las que puede batir blancos que de otra forma, serían inaccesibles. A pesar de ello, la voz "mortero" recuerda por lo general el arma de infantería sencilla, de ánima lisa y avancarga, capaz de ser desmontada y transportada por su escuadra de "servidores". En conjunto, esta descripción es válida para la mayoría de ellos, aunque, como veremos, algunos
morteros son más pesados y complicados que lo que comúnmente se cree. Es difícil saber quién fue el primer hombre que tuvo la idea de elevar un cañón de forma que con él se pudiese hacer caer un proyectil verticalmente sobre un objetivo específico, si bien hay motivos para atribuirla a Mohamed II durante el gran sitio de Constantinopla en 1451. Un manuscrito griego de 1467 cuenta cómo Mohamed, asediado por una flota enemiga anclada en el Cuerno Dorado propuso una manera de actuar y una descripción de un arma totalmente nueva, cuya forma debería ser algo modificada para que permitiese lanzar su disparo a una gran altura y que al caer pudiese dar en medio de la nave y hundirla. El manuscrito continúa diciendo que se construyó un arma exactamente según este diseño y que después de un disparo, "cambiaron un poco la dirección del mortero y lanzaron una segunda piedra. Esta, después de elevarse a una altura inmensa, cayó con gran estruendo y violencia en mitad de un navío, lo destrozó, lo hundió, mató algunos de los marineros y se ahogó el resto". Parece ser que después de esto, la idea tardó algún tiempo en extenderse por Europa, pero hacia el final del siglo XVI el mortero se había convertido en algo bastante común. Los de esta época eran como simples cubiles de hierro o bronce fundido fuertemente unidos a una base de madera con un ángulo de elevación fijo, obteniéndose los distintos alcances por variación de la carga de pólvora. El tubo era muy corto -no más de dos o tres veces el calibre y éste, por lo general bastante grande- mayor que en las piezas medias de la época, morteros con un calibre de hasta 400 mm. eran cosa bastante corriente.
El mortero permaneció más o menos en el mismo estado de desarrollo hasta el siglo XX. Hacia 1850 el inglés de 13 ", empleado como arma naval para el bombardeo de la costa y también como material de defensa de costas era todavía un tubo de hierro fundido corto y rechoncho, unido sólidamente a una base de madera, cuya carga de proyección se dejaba al criterio del artillero que la servía. La idea de usar una carga fija y variar el ángulo de tiro no apareció hasta la década de 1860, dándose este paso radical como un intento de convertir el mortero en arma adecuada para el ataque de las cubiertas de los buques acorazados, al dejar caer pesados proyectiles sobre las zonas de cubierta, menos protegidas, en lugar de tratar de atravesar las corazas laterales. Este procedimiento tuvo mucha aceptación durante la década de 1880 y una de las más entusiastas del sistema fue la artillería de costa de los Estados Unidos, que instaló numerosos morteros de 12 " en los fuertes costeros alrededor del país. En realidad, estos materiales eran de retrocarga y rayados pero, como siempre se usaban con ángulos de tiro por encima de los cuarenta y cinco grados, fueron llamados acertadamente morteros.
El principal destino reservado a los antiguos morteros en la guerra en tierra firme había sido como piezas de sitio, lanzando sus poderosas y grandes bombas por encima de las líneas defensivas para que cayesen en las zonas a la espalda del enemigo y es de esta aplicación de la que procede, casi con seguridad, el mortero de trinchera. La historia indica que fue el alemán el primer ejército que descubrió la necesidad de una pieza de artillería de sitio ligera que pudiese ser usada por la infantería para batir pequeños puntos fuertes del enemigo sin tener que llamar para ello, a la "artillería de posición" más pesada y así desarrollaron su primer "Minenwerfer" (lanzaminas, en alemán) hacia 1908.
Consistía en un sencillo tubo de acero de ánima lisa sobre una base de madera y podía ser transportado por dos hombres. Un bastidor de metal permitía fijar el cañón a diferentes ángulos aunque, por extraño que parezca, el máximo no pasaba de veinticinco grados que en cierto modo, se oponía a que fuese llamado mortero.
No obstante, el propósito era suficientemente claro. Se cargaba por la culata con un pequeño proyectil de hierro fundido con espoleta de percusión y una carga de proyección formada por varios contenedores de pólvora de forma que, según la cantidad de carga, podían variarse los alcances para una misma elevación.
Disparado por medio de una carga denominada "estopín de percusión" (mezcla explosiva untada sobre estopa o trapos de algodón), el proyectil era arrojado al aire para caer a unos centenares de metros, pudiendo el equipo de dos hombres que servía el arma mantener un agudo y corto bombardeo capaz de ablandar un punto fuerte del enemigo antes de que la infantería procediese a su asalto.
En la revista militar alemana «Kriegstechnische Zeitschrifte» de enero de 1914 se citaba un dispositivo mucho menos elaborado que fue precursor de algunos de los aparatos que aparecían en los años sucesivos: después de referirse al uso por parte de los japoneses de la granada de mano en Port Arthur, observaba que tales dispositivos podrían ser mucho más efectivos si fuesen lanzados a mayores distancias y mencionaba sobre el siguiente aparato desarrollado por el teniente austríaco Burstyn que: "el cañón está hecho de chapa de hierro, de calibre suficiente para admitir un receptáculo de hojalata corriente. Tres fusiles con el cañón recortado se conectan al extremo cerrado y sus culatas se hacen descansar sobre una almohadilla de goma unida a una base de madera. Los tres fusiles se disparan simultáneamente por medio de un "tirafrictor" usando cartuchos a los que se ha extraído el proyectil, lanzando así la granada. El aparato puede ser fácil de utilizar, económico e improvisado en campaña".
Sin embargo, no existen datos de que nadie, en el ejército austro-húngaro, improvisase esto "en campaña". El problema de disparar los tres fusiles simultáneamente debió ser suficiente para disuadir de tal experimento, ya que una simple fracción de segundo entre las tres descargas habría conducido a resultados muy peculiares.
Gunther Burstyn, por otra parte, era hombre dotado de inventiva; unos dos años antes había hecho ya su aparición en la misma revista con el proyecto de un vehículo militar de cadenas armado con un cañón ligero y ametralladoras, de hecho una de las primeras propuestas de carro de combate de que existen noticias. Aunque fue ofrecida tanto al ejército austro-húngaro como al alemán, la idea no fue aceptada.
P r i m e r a --- G u e r r a -- M u n d i a l
Al empezar la guerra de 1914-18, este el ejército alemán poseía 116 lanzaminas medios y 44 pesados que manejaban las compañías de zapadores de los regimientos de infantería. Las granadas de mano fueron poco utilizadas hasta que la guerra llegó a su fase más caliente, pero para finales de 1914 eran de uso común. Al mismo tiempo apareció otro arma que fue el obús de trinchera Krupp, primero de una clase llamada "morteros de dulce manzana" dada la extraña forma de sus proyectiles.
El mortero Krupp había sido realizado por la industria privada en 1912, pero no fue aceptado entonces por el ejército. Era de ánima lisa con un calibre aproximado a las 2 " y estaba montado sobre una plataforma que podía ser trasladada sobre dos ruedas. Las ruedas se desmontaban para colocar el arma en posición. El sector vertical del mortero era de 43 a 80 grados y el proyectil estaba constituido por una bomba esférica de paredes delgadas al extremo de un palo de 2" de diámetro.
El palo se introducía en el tubo del mortero sobre una pequeña carga de pólvora sin humo, pudiendo lanzarse una bomba de 187 libras a una distancia máxima de 350 metros. Al ser de paredes delgadas, tenía efectos de onda expansiva y destructores bastante considerables. El vástago permanecía pegado a la bomba durante su trayectoria, ayudando a estabilizarla de modo que cayese de cabeza e hiciese explosión por efecto de una sencilla espoleta a percusión.
La aparición de estos materiales en el frente de combate dio origen a quejas entre las fuerzas británicas y francesas que solicitaron algún tipo de arma de represalia. Los británicos habían tenido conocimiento del lanzaminas antes del comienzo de la guerra y habían pedido a sus proyectistas un arma similar, pero otros asuntos tenían prioridad y muy poco se había hecho. Cuando empezaron a llegar protestas en noviembre de 1914, se tomó la solución más fácil: se envió un lanzaminas capturado a los alemanes a Woolwich donde se hicieron un centenar de copias que fueron enviadas a Francia durante Navidad de 1914 con el fin de contentar a las fuerzas hasta que se pudiese producir algo mejor.
Las industrias de armamento y sociedades de ingenieros fueron informadas de esta necesidad y el ejército esperó para ver los contecimientos.
Mezcolanzas
Lo que sucedió fue la más fantástica colección de "armas" que jamás pudo verse en el campo de batalla de nadie. Ante la necesidad de construir la nueva arma barata y sencilla, los distintos inventores se excedieron un tanto y sacaron unos diseños tan primitivos que desafían cualquier descripción. Por otra parte, comerciantes de Francia habían buscado en todos sitios y "resucitaron" algunos viejos morteros de hierro y de bronce de mediados del siglo pasado, junto con una buena provisión de proyectiles y los habían enviado al frente para formar el armamento inicial del nuevo "Servicio de Morteros de Trinchera".Este fue conocido irónicamente como "club del suicidio" y nació oficialmente el 26 de noviembre de 1914 en Pont du Hem, cerca de Estaires, compuesto por dos oficiales británicos y nueve artilleros de la Real Artillería a Caballo y de la Real Artillería de Plaza. Las armas que recibieron causaron su asombro: dos morteros de 6 ", uno fundido en Breguet en 1848 y el otro en Toulouse en 1842 que, según se aseguraba, habían servido con distinción en la campaña de Crimea y merecido la medalla de esta guerra con la leyenda "Sebastopol". Más tarde se les sumó uno de 8 " de la misma antigüedad.
Los proyectiles eran bombas esféricas de hierro colado también procedentes de Crimea y como carga de proyección se usaba pólvora suelta que se vertía en el interior de la recámara antes de introducir la bomba. El disparo se realizaba colocando un cebo eléctrico de mina al estopín y produciendo su ignición con un dinamo desde una distancia segura. Según un miembro del "club del suicidio", el mortero era luego recogido del sitio donde había ido a parar, limpiado -a veces eran necesarias ciertas operaciones a base de baqueta y broca para destapar el fogón- y se repetía la acción. Una variación consistía en cargar el mortero con un tarugo de madera del diámetro justo y que llenase el ánima hasta la boca y luego, sobre su extremo, colocar una bomba de calibre superior cuyo equilibrio se mantenía calzándola con ladrillos y maderas hasta que era disparada. Usando bombas de calibre adecuado, estas armas podrían alcanzar alrededor de 300 metros; la bomba de calibre superior sólo llegaba a unos ochenta. Estas reliquias fueron utilizadas con cierta alarma hasta la llegada de algunos modelos británicos a principios de 1915.El Cuarto Ejército había empezado ya la construcción de sus propios morteros basándose en tuberías de conducción de agua, fabricando bombas con envases de hojalata llenos de explosivo de mina como proyectiles, con el fin de suplir las "antigüedades" francesas y poco después inauguró una fundición en Armentiéres que fabricó morteros de 3,7" a base del latón procedente de las vainas de cartuchería. A las unidades se les suministraba estos morteros a cambio de un peso equivalente de vainas de desecho de forma que la producción era más o menos autosuficiente.
Entre lanzaminas y morteros
La primera pieza con carácter realmente oficial que apareció en el frente fue un mortero de avancarga, ánima rayada y 4" de calibre construido en Woolwich barrenando y rayando proyectiles perforantes de la Marina de 6" que no habían pasado las pruebas de admisión. La ojiva del proyectil se fijaba a una placa de madera pasando el culote a constituir la boca del mortero, que quedaba sostenida hacia arriba por medio de un bípode primitivo con un ajuste "de tornillo" para graduar el alcance. La granada tenía dos filas de dados para tornar las rayas, obvia regresión a las armas rayadas de avancarga de cincuenta años atrás. Las bombas pesaban alrededor de ocho libras y eran disparadas con una carga de algodón-pólvora (fulmicotón) iniciada utilizando un mecanismo de fusil recortado unido a bayoneta a una ventana de la culata del tubo. Con un alcance de unos 900 metros, estos morteros rayados fueron bien recibidos y bastante efectivos, permaneciendo en servicio un número considerable de ellos hasta que fueron sustituidos por el modelo Stokes en 1916. Lo cierto es que muchos siguieron en uso durante toda la guerra, ya que tanto el arma como su munición no fueron declarados armamento caduco hasta 1920.
Otro modelo reglamentario del que existió menos cantidad fue uno de ánima lisa y 4" de calibre formado simplemente por un tubo de acero unido por medio de una bisagra a una base de madera; para elevarlo se usaba una cuña de madera movida por una varilla roscada con una manivela en su extremo.
El proyectil no tenía ningún sistema de estabilización y la espoleta era un trozo de mecha prendido por la deflagración de la carga de proyección. Estos tuvieron menos éxito que los de ánima rayada, reventando muchos de ellos a los pocos días de entrar en servicio probablemente porque su tubo era bastante menos robusto que el del arma rayada construido del proyectil perforante. La variedad de proyectos propuestos fue interminable. La conclusión es que si estos eran los modelos aprobados, debió ser enorme la cantidad de los que fueron rechazados. Vickers, la destacada fábrica de armas, produjo su equivalente al obús de trinchera Krupp en su mortero de 40 mm., conocido por la tropa como "football stick" (la pelota de fútbol sobre un palo) dada la forma de su proyectil. Disparaba una bomba esférica montada sobre un vástago similar a la del arma de Krupp pero más ligera de peso y por lo tanto con mejor alcance. También presentó un proyecto basado en el obús de montaña de 75 mm. anterior a la guerra, pero se pensó que esta pieza, de retrocarga y con sistema elástico, era demasiado complicada y sería difícil de producir en el tiempo y en la cantidad requeridos, por lo que fue abandonado. Los alemanes, por otra parte, se fueron complicando en su afán por conseguir cierto predominio en calidad y cantidad, a posteriori, contraproducente. Llegaron a tener ocho modelos diferentes de "lanzaminas" en servicio, de calibres comprendidos entre 76 y 250 mm., clasificados como ligero (76 mm.), medio (170 mm.) o pesados (180, 240 y 250 mm.). Hacia la mitad de 1916 contaban con 281 morteros pesados, 640 medios y 763 ligeros en uso y la producción alcanzaba la cifra de 4.300 armas mensuales. Al final de la guerra había unos 17.000 lanzagranadas en acción manejados por cerca de 200.000 hombres. Pero mientras los diseños aliados se mantenían lo más sencillos posible, los modelos alemanes empezaron a hacerse cada vez más complicados, de retrocarga, con órganos elásticos y montajes de lujo. Mientras la guerra fue estática esto careció de importancia, pero en 1918, cuando las cosas empezaron a cambiar, pronto se hicieron perceptibles las "servidumbres" de armas tan pesadas.
Sir Wilfred Stokes, padre del mortero
En Gran Bretaña aparece ahora un hombre cuyo apellido quedaría permanentemente ligado al mortero de trinchera. El señor -más tarde sir Wilfred Stokes, director gerente de Ransomes & Rapier, una firma de ingenieros muy conocida y establecida de tiempo atrás que había estado fabricando maquinaria industrial y motores a vapor por muchos años, empezó a principios de 1915 a observar el problema del mortero de trinchera y pronto diseñó un arma sencilla consistente en un tubo de ánima lisa con su extremo descansando sobre una placa-base de acero y con la boca soportada por un bípode con mecanismo de elevación por tornillo. La culata del tubo estaba cerrada y tenía un percutor fijo. La bomba era un simple cilindro de hierro fundido con un alojamiento perforado en su parte posterior donde se colocaba un cartucho de escopeta de caza de calibre 12 lleno de pólvora de tipo balistita. En la parte anterior llevaba un dispositivo denominado "pistola", espoleta derivada del mecanismo de percusión de la bomba Mills; una palanca que se desprendía estaba retenida por un pasador de seguridad y otro accionado por un muelle. Cuando estaba lista para el disparo, se quitaba el pasador y se dejaba caer la bomba por la boca del mortero, donde se deslizaba tubo abajo hasta que la cápsula fulminante del cartucho del 12 chocaba con el percutor.
La deflagración de la balistita arrojaba la bomba del tubo y al mismo tiempo, la aceleración repentina hacía que el pasador de muelle se quedase atrás dejando libre la palanca. Esta trataba de saltar, pero sólo podía moverse un poco hasta chocar con las paredes del ánima del tubo del mortero y por lo tanto no podía soltarse del todo y liberar el percutor hasta después de abandonar la boca. Una vez fuera de esta, la palanca caía, el percutor se disparaba y prendía un cebo que a su vez iniciaba un trozo de mecha que proporcionaba el retardo necesario para la explosión del proyectil. Una vez perfeccionado este sistema, Stokes se lo ofreció al ejército. Pero por esta época había en el aire tantas ideas a medias sobre morteros que esta nueva fue observada minuciosamente antes de comprometerse con ella. Lo primero que objetaron fue que la bomba fuese dando tumbos por el aire, pero Stokes pronto demostró que a pesar de ello, el arma era suficientemente precisa. Sin embargo, para contentar a sus detractores, desarrolló una granada con aletas estabilizadoras que cayese de punta. Luego se dijo que cualquier suciedad en el tubo o en la bomba haría que ésta quedase pegada al efectuar la carga. A continuación vino una objeción al percutor fijo del que se decía, resultaría peligroso cuando un proyectil fallase; en este caso era necesario quitar el mortero de su placa-base, levantar la culata del tubo y arrojar la bomba desde la boca del arma a las manos de un sirviente que la estuviese esperando, ejercicio que ha permanecido hasta nuestros días. Si alguien se confundía en este movimiento y se permitía al proyectil deslizarse de nuevo hasta el percutor, existía la posibilidad de que el segundo golpe iniciase el cartucho, de lo que sobrevendría el disparo del mortero con funestas consecuencias para el hombre que lo sostenía. Había cierta validez en este argumento; se ha visto como sucedía en la realidad con morteros mucho más sofisticados que el del diseño original de Stokes. Este lo contrarrestó con una pieza desmontable que permitía retirar el percutor a una posición de seguridad antes de levantar el tubo. Con el tiempo, después de oír y resolver algunas pequeñas objeciones más, se aprobó el mortero de 3" que entró en servicio en 1915. Aunque a primera vista parezca que el ejército era innecesariamente obstinado en poner reparos a la adopción del proyecto de Stokes el punto a destacar es que, presentando estas objeciones y dejando que fuesen corregidas, el diseño final fue correcto. Necesitó muy pocos retoques después de entrar en servicio y desde luego sus detalles básicos fueron repetidos en modelos posteriores y perpetuados hasta nuestros días en los descendientes de este original modelo. Si hubiese sido puesto en servicio apresuradamente sin antes limar estos pequeños pero significativos puntos, habría tenido la subsiguiente historia de modificaciones y desconfianza por parte de sus usuarios, y habría disminuido su eficacia.
Mejoras
La primitiva espoleta de "pistola" era un atraso ya que virtualmente restringía el arma a un alcance determinado, a menos que los destinatarios se conformasen con dejar que las bombas quedasen a su alrededor hasta que hiciesen explosión o los usuarios con ajustarse a explosiones cortas y no tuvo que pasar mucho tiempo para que llegasen las mejoras. La primera y más sencilla solución consistió en proveer tres distintos tiempos de espoleta, pero esto constituyó un rompecabezas logístico que fue mal recibido y no duró mucho. Aunque Stokes había diseñado una granada con aletas, fue considerada demasiado cara y difícil de fabricar por el momento y su bomba cilíndrica original permanecería en servicio durante todo el tiempo de la guerra. Debido a su vuelo errático por el aire, no existía garantía de que aterrizase de cabeza y hubo que estudiar una espoleta que funcionase siempre, antecesora de las que hemos visto unidas a las granadas de mano. Stokes continuó la labor de su modelo de 3" con uno de 4" de líneas idénticas y éste, que usaba una bomba mayor con más capacidad interior, fue empleado con profusión como medio para enviar gases a las líneas alemanas, mientras que los de 3" sirvieron fundamentalmente como armas para proyectil rompedor. Pero todavía se necesitaban morteros más pesados y pronto llegó uno de 6" diseñado por el ejército. Este era algo distinto al carecer de un bípode de la forma normal; el tubo descansaba en una placa-base y se mantenía en posición de fuego por medio de tres líneas de soporte de cable de acero ajustadas por medio de unos tensores que las alargaban o acortaban, con lo que se podía elevar, bajar o desplazar el cañón. Estas fueron sustituidas más tarde por soportes de varilla de acero bastante más robustos que eran ajustados por medio de tensores accionados por volantes, pero el principio seguía siendo el mismo y el mortero de 6" se mantuvo en servicio como arma de reserva hasta una fecha en plena Segunda Guerra Mundial. El proyectil era una bomba de 20 kgs. con aletas que llevaba espoleta a percusión de asombrosa sencillez en la punta; se trataba de la espoleta "Newton" producida por el mismo autor que la granada denominada vulgarmente "pepino de fusil del calibre .303 sin bala" (por su forma y carga de proyección) en un alojamiento de acero y coronado por un casquete con muelle de acero y un percutor. Cuando la bomba golpeaba contra el suelo, el percutor incidía en la cápsula del cartucho cuya pólvora prendía el cebo y éste, a su vez, hacía explotar la carga principal de la bomba.
El mortero de trinchera más pesado utilizado por el ejército británico fue uno de 9,45" que en realidad era un obús de avancarga. Con este calibre, el mortero dejaba de ser el arma sencilla que podía ser manejada por un par de hombres y controlada por un cabo con unos prismáticos de campaña, disparando sus proyectiles a la distancia máxima que su vista aconsejase.
Se convertía ahora en una pieza de artillería y requería un asentamiento, un considerable equipo de sirvientes y algún sistema organizado de control y observación del fuego. Sin embargo, la bomba de gran tamaño fue un afiliado útil a la artillería de trinchera aunque cuando empezaba la guerra de movimiento, el mortero de 9,45" quedaba generalmente atrás y no sobrevivió a la contienda por muchos años.
El esfuerzo francés en el campo de los morteros de trinchera se inició de una forma muy peculiar. Las primeras armas puestas en servicio fueron los viejos veteranos de Crimea de 6" que ya mencioné y que fueron considerados como simples errores momentáneos (obligados quizá por el apuro) por el alto mando, que tampoco hizo demasiado por proporcionar un arma mejor. Al mismo tiempo un nuevo artilugio había hecho su aparición en el campo de batalla: el alambre de púas.
Su destrucción era absolutamente necesaria antes de emprender el ataque y era misión de los ingenieros arrastrarse a vanguardia y colocar cargas para volar sectores de alambrada y producir con ello brechas para el ataque de la infantería. Viendo pocas posibilidades de sobrevivir a tal actividad, algún desconocido ingeniero francés desarrolló su propio sistema de colocar cargas explosivas en los puntos necesarios por el procedimiento de arrojarlas, utilizando una pequeña carga de proyección para lanzar un palo portador de la carga explosiva. Como lanzador empleó una vaina vacía de cañón de 75 mm. Al contar con vainas sobrantes, decidió divertirse utilizando unas pocas más como proyectiles ofensivos. Colocó en el suelo un mandril de madera de diámetro adecuado y luego una carga de explosivo y un trozo de mecha en el interior de una vaina. Poniendo una carga de pólvora con un estopín eléctrico en el extremo del palo de madera, a continuación deslizó por él la vaina con el culote hacia arriba para formar un primitivo mortero de espiga. Al encender el estopín eléctrico, la deflagración de la pólvora lanzaba la vaina llena de explosivo del mandril al aire, yendo a caer en las líneas enemigas con resultado satisfactorio.
EI proyectil fue mejorado más tarde soldándole tres aletas de latón cortadas de otra vaina, lo que puede considerarse como el nacimiento de la artillería de trinchera francesa. A partir de entonces, la historia de su evolución fue prácticamente igual que para la británica. Los medios oficiales se enteraron por fin de lo que el hombre del frente necesitaba; los modelos de fabricación casera fueron sustituidos por modelos mejorados y reglamentarios. Los calibres llegaban a los 280 mm. para granadas de aletas, aunque el modelo más común fue uno de 240 mm. que disparaba una bomba de 85 kgs. cargada con 45 kgs. De explosivo; una de éstas podía producir un "embudo" de 9 metros de diámetro por 3,50 de profundidad.
Del resorte al aire comprimido
Hasta ahora hemos considerado los morteros que lanzaban sus granadas usando la energía proporcionada por algún tipo de pólvora, bien de la clase ordinaria o de la sin humo. Pero hubo otros métodos usados durante la Gran Guerra que merecen ser mencionados. En los primeros días el gran problema consistía en la construcción de un arma que no produjese humo, ya que la nube blanca generada por las cargas de pólvora ordinaria disparadas con los morteros producía la inmediata represalia del enemigo atacado. Por lo menos durante la primera mitad de la guerra, la fabricación de pólvora sin humo era sólo suficiente para cubrir las demandas de la artillería y de las armas portátiles y muy poca podía ser destinada a los morteros; de ahí que se emplease la pólvora ordinaria y en algunos casos el algodón-pólvora, que realmente resulta de poca confianza. Además del problema del humo, habría sido ventajoso contar con un sistema de proyección silencioso capaz de hacer llegar bombas a las trincheras enemigas de noche sin anunciar su venida con la descarga del mortero; puesto que éstos usaban trayectorias muy altas, también era larga la duración de esta trayectoria y pudiendo oír el disparo del mortero, había tiempo de sobra para buscar una cubierta. Como ya hemos visto, este tipo de problema dio origen al lanzagranadas de muelles, pero tal aparato quedaba obviamente descartado por los pesos de las bombas y los alcances con que operaban los morteros de trinchera. Se presentaron dos soluciones: aire comprimido o gas inflamable. Aunque se ofrecieron varios proyectos de esta clase a los aliados, nunca fueron aceptados por ellos; pero los alemanes no eran reacios a ensayar cualquier nueva idea y su ejército produjo varios ejemplares que funcionaban con acetileno. Se introducía una cantidad medida de este gas en la recámara del mortero, una vez cargado con la granada, para que formara una mezcla explosiva con el aire ya existente en ella. La carga era iniciada por una cápsula de percusión, se producía la inflamación y la granada salía despedida del tubo. Teóricamente, la eficacia de la mezcla gas-aire debería ir a la par con la de las pólvoras más comunes pero en la práctica esto no ocurría.
La medición del acetileno no era por lo general suficientemente precisa para formar la mezcla aire-gas más efectiva y esta mezcla de gas y aire en la recámara no era tan íntima como podría haber sido en un laboratorio. De aquí que el alcance de esta clase de morteros fuese algo menos que la cifra calculada y no llegase al normal de las armas que usaban la carga de proyección convencional. A pesar de ello y a pesar de los problemas para mantener el suministro de gas en campaña, estuvieron en servicio durante toda la guerra generalmente en los sectores menos activos del frente. Aunque el disparo también hacía ruido, éste era descrito como "más suave", que el sonido de las pólvoras normales y según algunos corresponsales, por lo general se perdía en la infinidad de estampidos que formaban el ambiente constante de la batalla, de modo que podía obtenerse un cierto grado de sorpresa. Otra de sus virtudes era que economizaban pólvora, detalle que los hizo de inestimable valor cuando la guerra empezó a alargarse. El Ejército austro-húngaro adoptó cinco modelos de aire comprimido, con calibres de 80, 105, 120, 170 y 200 mm. El mayor tenía un alcance de 1.800 metros, lo que suponía un comportamiento realmente extraordinario para tal tipo de arma y según documentos contemporáneos, parece ser que el principal motivo de adoptarlos fue la escasez de pólvora sin humo. Esto significaba que los tipos corrientes de mortero usaban en su totalidad pólvora negra, con el consiguiente problema del humo. Así que las normas oficiales dispusieron que las armas que utilizaban pólvora fuesen empleadas únicamente en los fuegos nocturnos, mientras que los morteros neumáticos podían ser usados tanto de día como de noche. El principio en que basaba su funcionamiento había sido explorado por el ejército norteamericano y por el británico. Cuando probaron el denominado "cañón de dinamita neumática Zalinski" en las décadas de 1880 y 1890 y durante los años de la guerra fue resucitado de nuevo en el bando aliado con el cañón de campaña neumático Sims-Dudley, pero nunca existió demasiado entusiasmo por tales armas y los aliados no las emplearon jamás. Los morteros austríacos utilizaban cilindros de aire comprimido conectados a la culata del tubo; se introducía la granada y a continuación se abría una válvula de acción rápida que inyectaba en la recámara un chorro de aire a fuerte presión que despedía la granada. Aunque el sistema era efectivo sólo podía ser mantenido en una posición de cierta permanencia debido al problema de suministrar y recargar los cilindros de aire. Los infantes del ejército austro-húngaro se quejaban cuando tenían que marchar a través del barro y de la oscuridad con grandes cilindros de aire comprimido sobre la espalda para suministrar a las posiciones de avanzada. En la última parte de la guerra el modelo ligero fue eliminado de los inventarios y los calibres pesados se asignaron a la artillería, añadiendo una sexta batería, dotada enteramente de morteros neumáticos, a los regimientos de artillería de campaña. Esto simplificó probablemente el problema del suministro de aire. Cuando el ejército norteamericano entró en la contienda, adoptó el mortero Stokes de 4" como armamento reglamentario debido a su facilidad para disparar proyectiles tanto de gases como rompedores. Principalmente fue entregado al Servicio de Guerra Química, aunque las unidades de infantería y de artillería de costa también fueron dotadas con diferentes morteros, dependiendo de los que Gran Bretaña y Francia tenían disponibles en cada época. Al terminar la guerra, la mayoría de los lanzagranadas y morteros de trinchera fueron enajenados; hay que admitir que la mayoría de ellos eran modelos que a ningún ejército que se respetara le gustaría ser visto con ellos en tiempo de paz. Más aún, existía la idea de que la mayor parte de estas máquinas eran aberraciones debidas enteramente a las condiciones que habían regido la guerra desde 1915 hasta mediados de 1918 y que con toda probabilidad no se usarían nunca más. Para la reserva se conservó una pequeña proporción de los mejores modelos, pero se les dejó de considerar como armas de primera línea y en los programas de instrucción de los primeros años de la década de 1920 raramente se tenía en cuenta el mortero. Durante la segunda mitad de esta misma década, en todos los ejércitos se suscitó cada vez más el tema de discusión sobre el apoyo inmediato de la infantería. Los franceses habían acertado durante la guerra con la introducción del cañón de trinchera de 37 mm., pequeña pieza muy útil que proporcionó a los combatientes de primera línea una especie de artillería personal y los alemanes entregaron también a sus infantes una cierta cantidad de cañones y obuses ligeros de 75 mm., muchos de los cuales habían servido originalmente como piezas de artillería de montaña o transporte a lomo de burro. Estos materiales, junto con los morteros repartidos con profusión, habían permitido a la infantería aplicar una inmediata potencia de fuego sobre cualquier resistencia que se le presentase y era este apoyo instantáneo lo que estaban deseosos de conservar. Los debates se encresparon y alargaron llegando a oscurecer el fin primordial: el cual era simplemente que si los observadores de artillería pudiesen contar con transmisiones adecuadas y seguras con sus baterías y con un sistema rápido de control de fuego, en este caso serían capaces de proporcionar a la infantería todo el apoyo necesario sin que ésta tuviese que arrastrar consigo su propia artillería. La misión principal de la artillería fue, es y siempre será batir los objetivos de la infantería y protegerla una vez que los haya ocupado y la única cosa que impedía dar a la infantería la respuesta instantánea que ellos pedían era la dificultad de enviar órdenes a las baterías. Como no parecía haber ninguna solución inmediata a este dilema -las transmisiones por radio estaban aún en pañales- la infantería se desvivía solicitando algún tipo de arma pesada. Pero apenas se resolvería el problema dándoles un obús convencional, independientemente de su mayor o menor ligereza o maniobrabilidad. Estas piezas costarían lo mismo que las normales de artillería de campaña, su munición sería igual de complicada y cara y cada pieza necesitaría seis o siete hombres para servirla más algún medio de tracción, bien fuesen caballos o un vehículo de motor, para llevarla al terreno de combate.
Todos los ejércitos observaron muy de cerca el problema y cuanto más lo observaron, más atractivo les pareció el mortero y la mayoría empezaron a ver la solución de su problema en el que tenía unas 3 " de calibre y disparaba una granada de alrededor de 10 libras a una distancia del orden de unos 2.000 metros. Por este tiempo no había más de dos rivales en el campo: el tipo Stokes y un modelo similar francés debido a Edgar Brandt. Los británicos optaron por su experimentado y comprobado Stokes, mejorándolo en pequeños detalles pero conservando su misma configuración general de placa-base, bípode y tubo. La compañía francesa Brandt produjo un arma de aspecto casi idéntico que fue adquirida para evaluarla por el ejército norteamericano en dos calibres 60 y 81 mm. Ambos fueron aprobados y se pagaron los derechos para su construcción en el país, se les introdujeron pequeños cambios para adaptarlos a los materiales y a los métodos de fabricación americanos, empezando a aparecer en cortas cantidades en el ejército hacia 1935. Al mismo tiempo, en el ejército británico estaba en servicio el modelo Stokes de 3" y seguían buscando algo más ligero como suplemento de las granadas de fusil. En el período entre las dos guerras la granada reglamentaria en el ejército británico era la 54, modelo no del todo satisfactorio y se pensó que un mortero ligero, como alguien lo llamó un "Ianzagranadas", sería un elemento de utilidad para el pelotón de infantería. Durante la década de los años treinta se estudiaron varios diseños; hacia 1934 se compró y experimentó un modelo español, el mortero Ecia de 50 mm.
Pruebas, ensayos e innovaciones
Otro competidor en este campo fue el lanzagranadas presentado por el teniente coronel Blacker. Este hombre fue un extraordinario protagonista del "mortero de espiga", sistema en el que el elemento director del mortero estaba constituido por un vástago sólido de acero y el proyectil tenía la cola hueca la que se deslizaba por el citado vástago para efectuar la carga. El cartucho estaba situado dentro de esta cola y al producirse el disparo, la expansión de los gases proyectaba la granada siguiendo la dirección de la espiga; unas de las ventajas principales que se adujeron fue que la construcción de los tubos constituía probablemente el mayor retraso en la fabricación de armamento y al reemplazarlo por algo tan simple como una espiga de acero, se mejorarían las posibilidades de aprovisionamiento en tiempo de guerra. También tenía la de que, siempre que el interior del tubo tuviese las dimensiones correctas, el resto de la bomba carecía de importancia, pudiendo dispararse royectiles de cualquier tamaño o forma desde una misma espiga. Sin embargo, el proyecto fue rechazado pues, aunque el arma en sí resultase relativamente sencilla, el modelo de bomba que Blacker presentó fue considerado demasiado complicado.
Antes de un mes Blacker volvió a la carga con una serie de diseños que refutaron con muchas de las objeciones y se dio un contrato a la Parnall Aircraft Company para producir un arma con 60 o 70 granadas para pruebas.
También se presentó un mortero de 2,5" de calibre realizado por la Birmingham Small Arms Company, más uno o dos más aproximadamente del mismo calibre y hacia finales de 1937 se llevó a cabo una prueba comparativa con todos los modelos disponibles. El español Ecia demostró ser superior a todos los demás y el departamento de proyectos militares propuso algunas modificaciones con el fin de simplificar la fabricación. Una vez introducidas éstas, se encargaron diez morteros con 1.600 granadas rompedoras y 1.600 de gases para ser ensayados en las unidades en noviembre de 1937. El resultado de estas pruebas fue la confirmación de que el proyecto era perfecto y en febrero de 1938 el Director de Artillería, responsable de la adquisición de armamento, decidió hacer un pedido de 500 morteros junto con la necesaria munición sin esperar más evaluaciones ni discusiones. El Servicio de Guerra Química del Ejército Norteamericano se había quedado con sus morteros Stokes de 4" al terminar la contienda en 1918 y con unos lotes de munición que se compraron a Gran Bretaña, decidió aumentar su alcance y su precisión en los años que siguieron. En 1919, un oficial del ejército australiano, el capitán R.H.S. Abbot presentó a la comisión de armamento británica un proyecto de granada de mortero que permitiría que el cañón de éste fuese rayado sin impedir que la carga siguiese siendo realizada por la boca. Su idea consistía en colocar un disco blando de bronce o cobre en la base del proyectil alrededor del alojamiento del cartucho con la carga de proyección; la pestaña de su borde tenía un diámetro igual al calibre, de forma que podía entrar por la boca del tubo. Detrás de él llevaba una placa de acero en forma de platillo. Al producirse el disparo, la presión de los gases de la carga aplastaría el platillo de acero y obligaría a la pestaña del disco de cobre a tomar las rayas y a la granada a girar sobre su eje, proporcionándole más estabilidad y precisión y mejorando la eficacia del arma al restringir la fuga de gases por delante. Abbot había modificado algunas granadas de 18 libras y las había disparado con éxito utilizando un mortero experimental, pero la comisión de armamento rechazó su idea: "El rayado iría en perjuicio de la simplicidad, que es una cualidad inherente al mortero Stokes". No existen datos sobre las actividades subsiguientes del capitán Abbot, aunque sí sobre el hecho de que su proyecto reapareció cinco años más tarde en Estados Unidos. Un capitán del Servicio de Guerra Química, Lewis M. McBride, había sido encargado de reacondicionar los morteros Stokes de 4" y en 1924 produjo uno rayado de 4,2" que utilizaba una granada con placa obturadora en su base, según el sistema Abbot. El arma prometía ser excelente, con un proyectil de buen tamaño, cerca de unos 2.000 metros de alcance y un alto grado de precisión, pero la supresión de fondos que hacia la mitad de los años veinte afectó a todos los ejércitos también se dejó sentir en el norteamericano y fueron pocos los morteros de este modelo que se fabricaron o entregaron.
El caso es que la producción fue detenida completamente en 1935 y se ordenó al citado servicio que volviese a usar el modelo Stokes-Brandt de 81 mm. Esto significaba por lo menos que todo el Ejército norteamericano estaba usando el mismo mortero, pero teniendo en cuenta que la finalidad inicial del de 4,2" era lanzar grandes cantidades de gases sobre las líneas enemigas en poco tiempo, su sustitución por el de 81 mm. sería un paso atrás en cuanto se refería al Servicio de Guerra Química. En vano se hizo ver que ocho morteros de 4,2" podían arrojar más de una tonelada de gases en dos minutos; la palabra "gas" sonaba fea hacia 1936 y el Servicio de Guerra Química no era considerado de bastante importancia como para justificar una marca particular de mortero.
Nuevos vientos
Sin embargo, sus miembros no se desanimaron; sin duda habían previsto esta situación y silenciosamente dieron un paso que, a la larga, significaba alterar toda su función. Ya en 1934 habían visto la posibilidad de disparar munición rompedora con sus morteros como misión secundaria, en caso de que la guerra de gases fuese declarada ilegal y sus experiencias habían dado resultados halagadores. Con esta jugada a su favor, el Servicio de Guerra Química decidió esperar los acontecimientos que de hecho, tendría que esperar a que empezase una guerra para poder poner todas sus cartas sobre la mesa. El mortero británico de 4,2" también procedía de los almacenados de la guerra química. Durante la Primera Guerra Mundial, tanto el mortero como el cañón, como medios para lanzar grandes cantidades de gases a corta distancia, habían sido derrotados por amplio margen por un dispositivo llamado "proyecto Livens", mortero primitivo que se enterraba en el suelo en grandes cantidades. Disparaba una lata de paredes delgadas llena de gas por medio de una carga iniciada eléctricamente, siendo sus salvas el método generalmente aceptado, hacia el final de la guerra, para saturar de gases las trincheras de las líneas enemigas. El Livens tenía numerosos inconvenientes: su alcance era corto, necesitaba una laboriosa excavación del suelo, era lento para recargarlo, hacían falta muchos hombres para manejar las aglomeradas hileras de morteros que generalmente se utilizaban y no tenían otra función aparte la de arrojar los contenedores de gas. A partir de 1930 se empezó a investigar sobre algún sistema que fuese más fácil de poner en posición, necesitase menos hombres y siguiese lanzando una cantidad de gas razonable. Se estudiaron los datos de eficacia de los morteros americanos de 4,2" y empezaron los trabajos para fabricar uno de ánima lisa del mismo calibre, para las unidades de guerra química del ejército británico. El consiguiente modelo, producido poco antes de estallar Primera Guerra, no era más que una versión ampliada del de 3" que se esperaba fuese capaz de alcanzar hasta 4.000 metros con granada rompedora y 2.000 con la de gases. Sin embargo, el diseño de su placa-base no soportaría el retroceso producido por una carga lo suficientemente fuerte como para lanzar el proyectil rompedor cilíndrico a la distancia deseada, alcanzándose solamente los 3.000 metros. Fue modificado para usar un tipo de granada aerodinámica que, si bien a costa de reducir el peso del explosivo rompedor utilizado, permitía llegar al alcance previsto con una carga interior suficiente. Este mortero fue aprobado oficialmente en marzo de 1942, aún cuando cierto número de ellos ya había sido puesto en servicio a finales de 1941.
S e g u n d a G u e r r a M u n d i a l
Otros varios proyectos estuvieron en marcha durante su fase de estudio: en octubre de 1939 se pedía un mortero de 5" con unos 2.000 metros de alcance, pero el desarrollo de la contienda demostró que, aunque adecuado para la guerra de trincheras según la idea que prevalecía en la fecha citada, no lo era para la guerra de movimiento y la petición fue cancelada a principios de 1942. De nuevo se volvió sobre él en abril de 1943, esta vez como mortero super-pesado para unos 6.000 metros. El trabajo iba lento durante la guerra perfeccionando modelos de proyectiles, y este proyecto resultó tan difícil que fue desechado en agosto de 1945. La realización del 4,2" estuvo acompañado por algunos problemas y en 1941-42 se empezó a trabajar en un modelo alternativo de 4" con el fin de asegurarse, en el caso que el de 4,2" no diese el resultado que se esperaba. Se fabricó un prototipo y algunos proyectiles que se dispararon con él, pero antes de que se pudiese hacer mucho más se habían solucionado todas las dificultades del mortero de 4,2" y en consecuencia, se detuvieron los trabajos en el de 4". Treinta años más tarde alguien descubrió que, por algún error del departamento, el proyecto de la granada rompedora para este mortero de 4" había sido introducido oficialmente durante los ensayos pero nunca declarado caducado por los mismos medios oficiales al dar por finalizado el proceso. Con el fin de mantener al día los expedientes, inmediatamente se publicó una orden declarándola en desuso, lo que provocó que se investigara y buscase en los archivos mucha gente que nunca había conocido siquiera su existencia. Probablemente la proposición más ambiciosa e ingeniosa de todas fue la de un antiguo empleado de la fábrica Sköda de Pilsen, Checoslovaquia, que se había escapado a Gran Bretaña e ingresado en su ejército. Este hombre propuso un mortero de múltiples aplicaciones que, de acuerdo con su descripción dispararía "granadas de 2", granadas del número 36, alemanas de 50 mm. y todo tipo de proyectiles de espiga".
Aunque se reconocía lo ingenioso de esta idea se pensó que no había necesidad de tal aparato y fue rechazado de plano. Desgraciadamente nunca nadie tuvo ocasión de sacar a la luz algún boceto de dicha arma y no se puede explicar cómo se las ingeniaba para realizar todas las funciones anunciadas.
Alemania
El ejército alemán dio igualmente sus pasos para conseguir un potencial de guerra química utilizando un mortero de calibre medio, con la formación de las "Nebeltruppen" o tropas de humos. Su misión consistía en proporcionar cortinas de humos con fines tácticos y también, en caso de presentarse la ocasión, poder arrojar gases, utilizando sus "Nebelwerfer" o morteros de gas de 100 mm. Como ocurrió con los norteamericanos y británicos, los alemanes se aseguraron el pleno empleo de las fuerzas especializadas desarrollando un tipo de granada rompedora para los Nebelwerfer que fueron mucho más usados en este cometido que en su función original de lanzar granadas fumígenas pues, como ocurrió con los otros contendientes, nunca emplearon proyectiles de gases.
Al estallar el conflicto en 1939, el parque de morteros de las principales naciones era más o menos similar. Los británicos contaban con el de 2" que alcanzaba hasta 500 metros con un proyectil de 1 kg., como arma de sección de infantería, y con el de 3" que disparaba una granada de 4,50 kgs. hasta 1.600 metros como mortero de apoyo de compañía. El de 4,2", que tenía que lanzar una granada de 9 kgs. a 4.000 metros estaba todavía en fase de proyecto. El ejército alemán poseía el "Granatwerfer 36" de 50 mm. de calibre, tácticamente equivalente al británico de 2", que usaba proyectil de 900 gramos con un alcance de 500 metros; era mucho más complicado y pesado que el modelo británico -pesaba 14 kgs. contra 8,50- pero le ganaba en precisión. El arma de compañía era el "Granatwerfer 34" de 80 mm., con proyectil de 3,45 kgs. y alcance de 2.400 metros; es decir, tenía mayor alcance que el británico pero disparaba una granada más pequeña. Las Nebeltruppen usaban el "Nebelwerfer 35" de 100 mm., con proyectil de 7,50 kgs. y 3.000 metros de alcance.
Italia y Estados Unidos
El ejército italiano tenía el modelo 35 de 45 mm., arma de extraño aspecto montada sobre un trípode combinado con placa-base sobre el que también se sentaba el sirviente. Se cargaba por la culata, tirando de un asa para separar la parte inferior del tubo de la superior con lo que quedaba una separación por la que podía dejarse caer el proyectil y la sección de culata llevaba también un sistema de escotilla de gases con una función similar al que existía en el "lanzagranadas" del ejército británico. Con la escotilla cerrada el mortero tiraba una granada de una libra a 550 metros, mientras que abierto, el alcance era sólo de 350. Entre estos dos extremos había una amplia variedad de opciones que se obtenían combinando la escotilla abierta o cerrada con distintas elevaciones. La pieza entera pesaba 15 kgs. y parece ser que era bastante más complicada que seguro su funcionamiento. La misma granada "Brixia" de 45 mm. podía utilizarse también con la carabina provista de lanzagranadas anteriormente mencionada. Su arma de compañía fue el modelo 35 de 81 mm., pieza más convencional que era prácticamente idéntica al modelo norteamericano del mismo calibre, cosa que no es de extrañar porque ambos procedían del ingenio de Edgar Brandt. Incluso los proyectiles eran idénticos: uno ligero de 3,15 kgs. que alcanzaba los 4.400 metros y otro pesado de 6,75 kgs. que llegaba a los 1.600 metros. Este último tenía un detalle interesante también existente en el modelo norteamericano: un juego de aletas plegadas. Su cuerpo era largo y cilíndrico, con la cola bastante cerca del cuerpo y no pegada al extremo de un vástago tubular, que era lo más corriente. Como resultado, la corriente de aire tendía a pasar las aletas sin producir mucho efecto estabilizador. Por esta razón Brandt diseñó un juego de aletas que estaban articuladas en el centro y plegadas hacia dentro de manera que su envergadura fuese menos que el calibre de la granada y permitiesen cargarla libremente. Unos muelles comprimidos tendían a desplegarlas cuando los remaches de retenida eran guillotinados por el disparo, pero las paredes del ánima las mantenían en su sitio durante el desplazamiento por el interior del tubo, tomando luego, al salir de éste, unas dimensiones superiores al calibre que le proporcionaban buena estabilidad en trayectoria. Indudablemente esta era una gran idea, decididamente Brandt estaba muy por delante de su época con su principio, pues no fue hasta el final de la guerra que en el establecimiento de investigación de Peenemunde empezaron a hacerse algunos estudios fundamentales sobre la balística y aerodinámico de los proyectiles estabilizados por aletas y a apreciarse la ventaja de tenerlas muy hacia fuera en las corrientes de aire a velocidades subsónicas y supersónicas. Sin embargo, aunque la idea era buena y a pesar de que Brandt había realizado muchos experimentos antes de introducirla, el hecho es que en la munición fabricada en serie no funcionó adecuadamente. Los muelles tenían tendencia a perder fuerza tras un prolongado almacenaje, de forma que cuando se disparaban no conseguían desplegar bien las aletas, cuyas partes móviles se movían en la corriente de aire y producían efectos anormales en la trayectoria de la granada o el mecanismo completo quedaba mutilado por la deflagración de la carga de proyección y su manera de funcionar no se parecía ni por casualidad a la que se pretendía conseguir. Parece ser que a los italianos no les importó demasiado y continuaron usándolas, pero el ejército de los Estados Unidos las reemplazó por otro tipo de aletas más convencional. El arma americana de 60 mm. era algo más robusta y potente que los modelos de 2 " o 50 mm. ya mencionados. Utilizaba placa-base y bípode, alcanzaba un peso de 19 kgs. y disparaba un proyectil de 1 ½ kgs. a 1.950 metros, un alcance bastante respetable. La de 81 mm., como acabamos de leer, era la misma que el modelo italiano, pero debido a diferencias en la carga de proyección, su comportamiento era algo distinto. Con el proyectil ligero de 3 kgs. alcanzaba unos 3.000 metros, mientras que con el pesado de 7 kgs. llegaba a unos 1.200 metros.
Japón
El ejército japonés había tomado consciencia de la importancia de los morteros durante las campañas de Manchuria y China y hacia 1939 contaba con un buen número de ellos en servicio. El punto más bajo de la escala lo ocupaba un arma que causó bastantes infortunios a las tropas aliadas tanto antes como después de su captura. Se trataba del "lanzagranadas tipo 89".
Era un arma muy notable pensada para su empleo a nivel sección y literariamente hacía honor a su nombre ya que su proyectil era la granada de mano corriente con una espoleta a percusión en un extremo y un depósito de pólvora en el otro. El arma constaba de un cañón unido al extremo superior de una varilla roscada; la longitud utilizable del tubo y con ella la capacidad de la recámara y el alcance del arma, podía ser variada atornillándolo más o menos a la varilla o diciéndolo de otra forma, introduciendo la varilla en el tubo, limitando la distancia que podía recorrer la granada al dejarla caer en él. Siempre se disparaba con un ángulo de tiro de 45 grados, consiguiéndose la variación en alcance únicamente por esta alteración de la capacidad del cañón y siendo el máximo de unos 600 metros. El extremo inferior de la varilla roscada estaba unido a una especie de pala, sencilla pieza de metal curvada. Esta era la que producía problemas. Por una u otra razón este arma fue bautizada por los aliados con el nombre de "mortero de rodilla"; hay quien dice que porque los soldados la transportaban atada a la rodilla. Independientemente del por qué se le puso este nombre, lo cierto es que tuvo impacto hasta el punto de que la gente empezó a creer que la razón era la pala curva; tenía exactamente la curvatura que se ajustaba al muslo humano y antes o después alguno decidió que estaba pensada para que el disparo se efectuara desde el muslo horizontal de un hombre arrodillado. Es imposible calcular cuántos muslos fracturados fueron el resultado de este "bautismo"; a finales de 1944 todos los manuales que describían este "lanzagranadas" incluían en letras mayúsculas la advertencia: "este arma no debe ser disparada apoyada en el muslo". Existieron dos modelos de 50 mm., cada uno con sus peculiaridades propias. El primero era rayado, complicación aparentemente innecesaria en un calibre tan pequeño. La parte posterior del proyectil tenía una oquedad donde se hallaba la carga de proyección y una cápsula de ignición central y estaba rodeada por una serie de orificios cubiertos por una banda de conducción de cobre. El diámetro de la banda permitía que la granada fuese cargada por deslizamiento en el ánima, pero la presión de los gases del disparo, actuando a través de los orificios, la ensanchaba y obligaba a tomar las rayas. El otro modelo, el tipo 98, guardaba cierta semejanza con el alemán de 50 mm., con el bípode formando parte de la placa-base. En cuanto a la munición, había bastante diferencia: el proyectil era un sencillo contenedor de acero delgado cargado con cinco libras de "shimose" o ácido pícrico, al extremo de un vástago del diámetro del calibre. Un collarín deslizable servía para graduar la porción de vástago que podía introducirse en el tubo para obtener los distintos alcances, ya que la carga de proyección era fija y constante el ángulo de tiro de 45 grados. El alcance máximo era de 400 metros. El de calibre inmediatamente superior era el "Taisho 11" de 70mm., cuyo cañón estaba unido a una sólida placa-base por un sistema transversal y soportado por un monópode. En éste se hallaba el tornillo que controlaba la elevación, mientras que el movimiento en dirección se realizaba aflojando y haciendo girar todo el conjunto sobre la placa-base. El arma databa de 1922 y naturalmente había muchos detalles de la Primera Guerra Mundial en su construcción, pero pesaba 60 kgs., lo que resultaba algoexcesivo para el calibre. Aunque por su estructura era sin duda más fácil de poner en posición que los morteros normales de placa-base y bípode, el inconveniente del peso era desproporcionado y anulaba cualquier otra ventaja. Finalmente hubo dos modelos mucho más convencionales: en primer lugar, el tipo 99 de 81 mm. que data de 1939 y era muy similar al norteamericano del mismo calibre pero con un tubo más corto y complicado con un raro mecanismo de disparo y un seguro de retenida en el percutor y en segundo lugar, el tipo 94 de 90 mm. También se diferenciaba de cualquier otro sistema en que tenía un freno de gran tamaño para el retroceso soportando el tubo. Aún cuando esto aumentaba la complicación y el peso, compensaba en cuanto a posibilidades, ya que era capaz de disparar un proyectil de 5,50 kgs. a más de 3.500 metros. En conjunto podría decirse que la mayoría de los morteros japoneses eran adecuados para combatir a los chinos, pero dejaban algo que desear en comparación con sus coexistentes occidentales. Sin embargo, los japoneses nivelaron sus medios con los de estas naciones de occidente proporcionando a su infantería un obús de batallón de 70 mm. muy ligero y portátil que podía funcionar más o menos como mortero pesado y también como un arma de tiro directo muy útil.
Rusia
La colección de morteros del ejército soviético empezó con un mortero de pelotón de 47 mm. de lo más peculiar, que ellos llamaban "pala". La parte inferior era realmente una pala que el sirviente del mortero podía utilizar para cavar su trinchera en caso necesario, empleando el cañón delarma como mango. Es uno de los ejemplos más notables de armas de doble función que jamás se construyeron, aunque uno se inclina a sospechar que, como la mayoría de objetos de doble uso, no sería capaz de realizar ninguna de sus dos tareas con la eficacia que cabría esperar de un dispositivo más simple. Se conoce poco de este arma y hay razones para creer que no estuvo en servicio largo tiempo. Se cree que tiraba granadas de alrededor de una libra y media de peso a una distancia de unos 400 metros. Se desconoce su capacidad de perforación. Hubo dos modelos de 50 mm. de 1938 y 1939 mucho más convencionales, de los que el último no era más que una simple mejora del primero. Ambos se disparaban al llegar el proyectil al fondo del tubo en su caída y usaban ángulo de tiro fijo, variando su alcance por la acción de una salida de gases a través de una válvula por un tubo de escape situado debajo del cañón. Aquí tampoco existe mucha información, porque estos morteros fueron pronto reemplazados por uno mejorado, el modelo 1940. Lo que se mejoró fue la base y se colocó un bípode de acero para apoyo del tubo. Disponía de dos ángulos fijos de 45 y 75 grados, siendo el alcance una vez más función de unas aberturas de evacuación de gases. El arma de compañía podía ser el mortero de 82 mm. modelo 1936 o el de igual calibre de 1937; se entregaron muy pocos ejemplares del primero, que fue pronto sustituido por el último. El de 1936 era un arma convencional que se disparaba al caer el proyectil por un tubo y estaba basado en los proyectos de Brandt, pero el de 1937 estaba algo mejorado por la sujeción del cañón por medio de una brida fija al bípode por dos amortiguadores de muelles. Ello permitía un cierto retroceso del tubo sobre la placa-base sin transmitir demasiadas perturbaciones al bípode. Las granadas de aletas estaban dotadas de seis cargas de proyección que, con el ajuste delbípode, hacían posible cubrir todo el campo de alcances sin necesidad de limitarse a unas elevaciones fijas o de usar aberturas para escape de gases. La placa-base estaba formada por una serie de chapas de acero estampadas y soldadas y el alcance máximo con proyectil de 3,50 kgs. era de unos 3.000 metros. La pieza entera pesaba 50 kgs. y se descomponía en tres cargas, como la mayoría de los montajes modernos, para su transporte por personal.
Algunos experimentos y avances
A medida que transcurría la guerra, la mayoría de los contendientes descubrieron defectos en sus morteros y empezaron a considerar la cuestión de mejorarlos. La principal demanda, como con cualquier otro arma, era que tuviesen más alcance. En Gran Bretaña fue atendida por el sencillo procedimiento de llevar un mortero de 3" al polígono de experiencias y hacer fuego con él aumentando gradualmente las cargas hasta que el tubo comenzó a mostrar signos de peligro, en cuyo momento se volvió a la carga anterior y se le fijó ésta. El resultado fue un aumento en el alcance desde 1.500 metros a 2.500, pero hubo que reforzar la placa-base debido el esfuerzo adicional producido por el retroceso con la nueva carga. Más aún, el aumento de peso de las cargas unido al mayor uso que se hacía de los morteros hizo necesario el establecimiento de una nueva fábrica en Powfoot, Dumfriesshire, que se dedicase exclusivamente a la producción de pólvoras para morteros. Más tarde, en 1947, se solicitaron aún mejores alcances y comenzaron nuevas experiencias para tratar de llegar a los 3.000 o incluso a los 3.500 metros. De hecho, la petición no especificaba ningún alcance, sino que sencillamente pedía el máximo compatible con la precisión. Se construyó y probó un nuevo tubo, hecho de acero tipo 45 toneladas, pero la carga necesaria para situar los proyectiles en los alcances deseados lo deformó y hubo que hacer otro nuevo con acero tipo 50 toneladas y de perfil más robusto. Con él se consiguieron unos 3.000 metros, pero la precisión estaba muy lejos de ser la que los usuarios aceptarían y todo el proyecto fue anulado con la esperanza de conseguir lo que se quería empezando un nuevo proyecto de arma completamente distinta, que no se continuó porque antes llegó el final de la guerra. Entre tanto el ejército canadiense, armado también con el de 3", había tratado de perfeccionarlo alargando 75 mm. el tubo; todo lo que se consiguió fueron casi 300 metros más, que no era mucha recompensa para los 14,50 kgs. de peso extra que la escuadra tenía ahora que transportar, así que la idea fue igualmente desechada. Por estos tiempos el de 4,2" había entrado ya en escena, pero aunque se había asegurado que llegaría a unos 3.500 metros, se descubrió que la placa-base no soportaría el retroceso de la carga necesaria para lanzar los modelos primitivos de proyectiles a esta distancia y fue rebajado a unos 2.700 hasta que se pudiese contar con un nuevo tipo de granada más ligera. Una de las mayores dificultades de este mortero era el peso de sus componentes, que lo convirtió en un artículo bastante molesto para su transporte por el personal. De aquí que, por lo general, fuese desmontado y llevado en un transporte de cadenas o las cargas echadas al remolque de un jeep. El problema fue solucionado por medio de una placa-base con ruedas de diseño bastante ingenioso. Las dos ruedas estaban montadas en ejes abatibles a cada lado de la placa. Para el transporte, estos ejes se bloqueaban con el fin de mantener la placa a suficiente distancia del suelo, llevando el tubo y el bípode atados sobre ella. Para ponerlo en posición, se sacaban los pasadores del bloqueo de los ejes, lo que permitía que la placa-base cayese a tierra y las ruedas quedasen "flotando" sobre el suelo. La culata del tubo encajaba en un saliente de la base, se hacía deslizar el bípode por el cañón y ya estaba el mortero listo para hacer fuego en cuestión de segundos. A cada disparo, la placa-base tendía a enterrarse en el suelo, pero las ruedas simplemente descansaban sobre él, permitiéndoles sus ejes cierto movimiento relativo entre ellas. Para sacarlo de batería, se desmontaban el tubo y el bípode y se sujetaban a la placa-base en posición de transporte; luego se introducían dos piquetes, auxiliares favoritos de todos los artilleros, en los ejes. Un fuerte tirón y la acción de los piquetes y de los ejes aplacaban la placa hasta separarla del suelo y llegar a colocarla sobre las ruedas, dejando el mortero de nuevo listo para el transporte. Un equipo bien instruido podía poner el mortero en posición, disparar veinte proyectiles, salir de batería y emprender la marcha antes de que el último proyectil hubiese llegado al blanco. Este tipo de técnica de "tirar y huír" aseguraba que la respuesta enemiga diese en la nada en lo que atañe a los sirvientes de morteros y sus asentamientos, pero no era útil para con la tropa que ocupaba las zonas adyacentes y que tenían que quedarse y recibir lo que iba destinado a los morteros ahora ausentes.
La producción de las secciones de cola de los proyectiles al principio de la guerra era bastante deficiente y no resultaba del todo desconocido el hecho de que una de estas colas se separase del cuerpo poco después de abandonar el mortero, de forma que la granada se volvía terriblemente inestable y después de dar varias vueltas sobre sí misma aterrizaba a menos de un par de cientos de metros. Esto a menudo significaba que caía en el campo propio en lugar de en el enemigo. No era de extrañar que los ocupantes de la primera línea de fuego de infantería no demostraran alegría al ver acercarse un mortero de 4,2". Por otro lado, el arma hizo buenos trabajos. En Birmanía, donde la actividad de la artillería se vio considerablemente mermada por el terreno de la jungla, algunos de sus regimientos fueron convertidos en unidades de morteros de 4,2", con los procedimientos artilleros de control de fuego injertados en el corto tiempo de reacción del mortero, más el elevado coeficiente de efectividad de la granada, probablemente fueron más útiles en este teatro particular de lo que hubiesen sido usando materiales convencionales. Por lo menos una de estas unidades estuvo servida por hombres del Africa Occidental que tenían por costumbre transportar los morteros sobre sus cabezas a través de la selva, demostrando que donde podía llegar el hombre podría llegar la artillería.
El de 4,2 ", mortero por excelencia
En el ejército norteamericano los morteros de 60 y 81 mm. siguieron en la brecha con cambios relativamente pequeños y fue el arma química de antaño la que alcanzó su perfección durante la guerra. Desde que los Estados Unidos entraron en el conflicto las actividades de los ejércitos británico y alemán eran seguidas muy de cerca por los más perspicaces oficiales estadounidenses, se hizo notoria la necesidad de un arma de alcance medio para apoyo de la infantería y es el caso que el general Porter, Jefe del Servicio de Guerra Química, hizo la sugerencia de normalizar el proyecto de la granada rompedora para mortero de 4,2" y ofreció los servicios de las unidades de morteros de su cuerpo como fuerzas de apoyo de la infantería, pues estaba claro que tendrían poca demanda dentro de su misión primaria de disparar proyectiles de gas y restringir sus actividades a las operaciones de producir cortinas de humo habría sido malgastar hombres y armas valiosas. Después de varias discusiones entre el general Porter y el general Marshall, Jefe del Estado Mayor del ejército, se aprobó en principio la sugerencia y se hicieron las gestiones para autorizar la entrega de morteros y municiones. Sin embargo, la nueva aprobación por las altas esferas no era bastante. El Departamento de Guerra tendría que modificar su doctrina para acomodarle la nueva arma y probablemente la mayor tarea, habría que convencer al resto del ejército de que la idea era sensata. En febrero de 1943 tuvo lugar una conferencia para explicar el nuevo papel del mortero de 4,2", pero las fuerzas del ejército no estaban convencidas; sugerían que el arma debería pasar a la artillería de campaña como de apoyo ligero en sustitución del obús de 105 mm. en los teatros que resultaban cortos para este material. Las discusiones fueron largas y duras, pero al final se aceptó el punto de vista del Servicio de Guerra Química y el 19 de marzo de 1943 se aprobó oficialmente el mortero de 4,2" como arma de apoyo para munición rompedora. Finalmente, vino la labor de despachar la nueva arma a los mandos de las unidades en campaña. Su contacto previo con el Servicio de Guerra Química había sido relativamente pequeño y su impresión era que constituían un cuerpo de tendencia científica, preocupados más por las máscaras y ataques de gases que por otros métodos más formales de lucha. Lo cierto fue, sin embargo, que después de cierta propaganda llevada a cabo activamente por el alto mando del servicio se llegó a la conclusión de que, después de todo, una nueva adición de armamento al ejército podría no ser tan mala idea. A pesar de los denodados esfuerzos del jefe de este servicio en el teatro de operaciones, no se pudo disponer a tiempo de morteros de 4,2" para la invasión del Norte de Africa, en gran parte porque no lo hubo para instruir a los equipos de personal; una vez aprobada la nueva misión, resultó imposible obtener suministros de munición rompedora y volver a entrenar a los hombres a tiempo para que entrasen en acción en el Norte de Africa antes de que finalizase la campaña. Cuando los Estados Unidos entraron en guerra no había más que cuatro compañías de morteros y una de ellas se perdió en Bataan mientras que otra fue dada de baja a principios de 1942. Al final de la primavera de este año se pusieron en servicio cuatro más hasta hacer un total de seis y con esta fuerza se llegó a mayo de 1943, pues sólo se pensaba en ellas para misiones de gases y humos, creyéndose que no había ninguna de las primeras y muy pocas de las segundas para justificar una mayor expansión del servicio. Esto condujo a una perturbación general cuando la propaganda empezó a hacer su efecto; una vez convencidos de la utilidad de una compañía de morteros, numerosos jefes comenzaron a pedir el envío de tales unidades a sus mandos hasta el punto de que las demandas excedieron con mucho de las disponibilidades. El Servicio de Guerra Química hizo peticiones urgentes y solicitó permiso para organizar otras diecinueve unidades, pero los trámites eran lentos. Después quedó abierto el camino: se ordenó que en el desembarco de Sicilia tomasen parte cuatro batallones. Para reemplazarlos en los Estados Unidos, se autorizó la formación de cuatro más y una vez que se recibieron y estudiaron los informes de Sicilia, se comenzó a organizar y entrenar más unidades. Así, los morteros habían demostrado su valía en la invasión; por otra parte, con más de un millar de hombres por batallón había suficiente potencial humano para dotar armas más pequeñas cuando fuese necesario y así, en el primer día de la invasión, la Compañia A del 83º Batallón organizó un equipo de "bazookas" que destruyó un carro enemigo durante un contraataque. Al día siguiente se empleó fuego de mortero para batir a un grupo de blindados italianos; aunque ninguno fuese tocado directamente, el fuego era tan intenso que los obligó a retirarse y las granadas de mortero los fueron llevando hasta penetrar en la zona de alcances de la artillería que los puso fuera de combate. En otra ocasión, un carro alemán inutilizado seguía causando dificultades con el fuego de su cañón a algunos infantes de Marina americanos; éstos solicitaron ayuda al batallón de morteros que hizo ocho disparos. El carro fue acallado inmediatamente y el examen subsiguiente demostró que siete proyectiles habían caído a menos de quince metros del objetivo, mientras el octavo se había colado directamente por la escotilla abierta de la torreta y hecho explosión en el interior. Como resaltado de éstas y otras actividades similares, el mortero de 4,2" fue aceptado definitivamente como un arma válida y desde entonces estuvo en continua demanda desde todos los frentes. Es necesario acotar que la campaña de Sicilia mostró uno o dos defectos de menor importancia en organización y empleo, pero fueron corregidos en seguida. En lo que concierne al arma misma, la única observación era la de siempre: un poco más de alcance. Al principio el mortero podía lanzar la granada rompedora a 2.000 metros; se aumentó hasta 3.000 en enero de 1943 adoptando una nueva carga de proyección y en marzo del mismo año otra mejora en la constitución química de la pólvora permitió alcanzar los 4.000. Pero a pesar de conseguir estos alcances en las experiencias, se consideró que su adopción llevaría al uso del máximo alcance en todo momento y pensaron que el arma no soportaría el fuego prolongado con la máxima carga; en consecuencia, se mantuvo oficialmente el máximo alcance en los 3.000 metros. Esta decisión produjo mucha controversia y como los partes procedentes de los distintos teatros de operaciones parecían justificar las demandas de más alcance, se abolió la restricción y la cifra de 4.000 metros se convirtió en la oficial. En el sur del Pacífico se empleó por primera vez el mortero de 4,2" en septiembre de 1943 en la isla de Guadalcanal. La siguiente acción fue en Bougainville, donde los morteros resultaron ser de incalculable valor para las condiciones de la jungla, en la que los obuses de 105 y 155 mm. No pudieron contender. Una de las innovaciones más interesantes en el teatro de operaciones del Pacífico fue el artillado de lanchas de desembarco con morteros. La idea había sido sugerida en plan de prueba para los desembarcas de Sicilia, pero no se llevó a cabo en aquella ocasión. Entonces fue introducida en Oahu y la Marina norteamericana empezó a realizar algunas experiencias. Con el tiempo llegaron a un método para montar morteros en lanchas de desembarco para carros y a principios de 1944 se construyeron tres unidades de este tipo para la invasión de Saipan. Desgraciadamente los amarraron sobre la cubierta de un buque de desembarco para el viaje al punto de empleo y dos de ellos fueron barridos por una tormenta durante la travesía. El tercero quedó destruido en Pearl Harbour cuando el barco que lo transportaba explotó de repente. Después de un comienzo tan desdichado se modificó el proyecto y se solicitó usar tres morteros en una lancha de desembarco para infantería, todos para disparar hacia delante por encima de la proa y con los compartimentos delanteros para tropas convertidos en depósito con capacidad para 3.600 granadas. Estos botes fueron usados finalmente en la invasión de las Islas Palau el 15 de septiembre de 1944, apoyando los desembarcos de la 1ª División de Infantería de Marina. Haciendo fuego mientras se acercaban lentamente a la costa o desde la posición de anclados, los morteros demostraron ser altamente eficaces para proporcionar tiros de cobertura en el asalto de los infantes de Marina y en los días que siguieron se les llamó frecuentemente para proporcionar fuego de represalia de barrera u ocasionales para ayudar a las unidades en tierra firme. Aunque el asentamiento era flotante, el fuego resultaba bastante preciso.
Mayor calibre y sobre ruedas
Este tipo de actividad mostró pronto el valor de los morteros cuando son bien empleados y vino el resultado inevitable. Una pregunta estuvo en boca de los altos mandos desde antes de la Primera Guerra: ¿si equis calibre es bueno, mayor calibre será mejor?. Después de una o dos tentativas de proyecto, se empezó a trabajar en la producción del mortero de 105 mm., más o menos como uno de 4,2" perfeccionado en su aspecto general. Tuvo éxito disparando una granada de 17 kgs. a 3.500 metros, pero esto suponía una mejora tan pequeña que su producción a duras penas habría valido la pena. Si tenía que hacerse un nuevo mortero, se pensó, que fuese uno con mejoras importantes. Y así nació el modelo T36 de 155 mm. Seguía siendo una pieza convencional de ánima lisa, pero con un sistema de freno interpuesto entre el bípode y el tubo como en los morteros soviéticos. Se fabricó un número reducido a fines de 1944 y se enviaron al sudoeste del Pacífico para su evaluación en combate. Disparando un proyectil de 27 kgs.
con aletas a 2.000 metros, sus efectos sobre el blanco fueron muy satisfactorios y tenía una precisión bastante buena. Pero el alcance era insuficiente comparado con los esfuerzos que había que realizar para colocarlo en posición y hacer fuego con él y aunque tuvo su utilidad en las condiciones en cierto modo especiales de aquel teatro de operaciones, no fue conservado después de terminar la guerra. Mientras tanto se prestó atención a modelos aún más pesados. Primero el T35 de 240 mm., rayado de retrocarga que disparaba un proyectil de 112 kgs. con una velocidad de 350 metros por segundo y un alcance de más de 8.000 metros. Luego uno liso de 250 mm. para granada de 112 kgs. y 6.700 metros de alcance; éste había sido originalmente un modelo de 10" en los primeros meses de 1945, rebautizado como 250 mm. y seleccionado para estudios en tiempo de paz, pero, como en el caso de los demás proyectos de morteros, fue abandonado al comenzar el año 1946. A los ojos de muchos expertos, la contribución más sobresaliente de los Estados Unidos a la guerra fue su indudable eficacia para diseñar y producir material automotor. Desde jeeps a tractores, niveladoras, palas, camiones de 2 ½ toneladas, transporte para carros, la producción de la industria americana del automóvil puso a los aliados sobre ruedas o cadenas en todo el globo terrestre y fue enorme el número de esquemas desarrollados en el país para poner algunas de estas ruedas o cadenas debajo de algún tipo de arma. Cañones y obuses autopropulsados fueron diseñados, desechados, vueltos a diseñar, aprobados y empleados en una amplia variedad de tipos y causa sorpresa descubrir que no se puso demasiado énfasis el programar producir morteros autopropulsados. Las primeras ideas en gran parte trataban de resolver el problema de mover un mortero en la misma línea de frente sin exponer su extenuada escuadra al fuego enemigo. Pero alguien metió estas ideas en la cabeza al comenzar el año 1944 y desde entonces hizo su aparición un cierto número de posibles sistemas. El mortero de 81 mm. fue montado en la caja de un semioruga junto con una ametralladora del calibre .50 para formar el vehículo de mortero M21; el M4A1 era el mismo sin la ametralladora. Luego vinieron el T27 y el T27A1, proyecto para montar el mortero en un vehículo de orugas sin torreta procedente del chasis de un carro ligero sobrante, aunque se pensó que era demasiado chasis para tan poca potencia de fuego y se cerró el proyecto. El mortero de 4,2" también encontró su sitio en el interior de un semioruga con la denominación de T21 y en el mismo chasis de carro ligero como T29, pero éstos tampoco llegaron a nada. El mortero T36 de 155 mm. fue instalado en un carro M4 reconstruido, al que se cambió la forma de la torreta para, por medio de un montaje de rótula, permitir al tubo un ángulo de elevación de 60 grados. Hecha la propuesta en febrero de 1945, parecía un diseño tan prometedor que se autorizó su continuación como proyecto de tiempo de paz, construyéndose un prototipo para pruebas y evaluación, pero nunca pasó de su fase de ensayo y se dio por finalizado en diciembre de 1945. Con la esperanza de conseguir algo que entrara en acción rápidamente, se propuso el mortero autopropulsado T96 de 155 mm., montado sobre el mismo chasis del obús autopropulsado M37 de 105 mm., pero la operación fue sorprendida por el final de la guerra y no se continuó. Con todo los imperfectos que resultaron, estos proyectos forman un interesante punto de arranque para el desarrollo posterior de morteros sobre elementos móviles a los que me referiré en breve. En el jército alemán se emplearon los morteros amplia y eficazmente dado que sus modelos reglamentarios parecían satisfacerles, hubo pocos intentos de mejorarlos. El Granatwerfer 36 de 50 mm. fue usado de cada vez menos a medida que el conflicto se iba convirtiendo en guerra de movimiento y hacia 1942 estaba ya prácticamente fuera de servicio. En general se le reemplazó por una versión acortada del de 81 mm., el modelo 42 corto, llamado popularmente "Stummelwerfer" (mortero gordinflón). Disparaba el mismo proyectil que el modelo normal hasta unos 1.000 metros, pesaba solamente 28 kgs. completo y se convirtió en pieza favorita de los paracidistas y de las tropas de la SS. Las Nebeltruppen habían sustituido el suyo de 100 mm. por una nueva versión, el de 100 mm. N6W 40, con montaje de ruedas. Mucho más pesado y más robusto que su predecesor -775 contra 105 kgs.- este aumento venía justificado por ciertas mejoras en sus características balísticas, siendo su alcance de 3.000 a 6.000 metros, pero no se entregaron muchas piezas de este tipo ya que las Nebeltruppen pronto recibieron lanzacohetes de seis tubos para reemplazar a todos sus morteros. El mejor mortero alemán de la guerra no fue realmente alemán. Fue ruso. Los soviéticos habían producido uno muy bueno de 120 mm. en 1938; con una granada de 15 kgs. que lanzaba a 5.700 metros y un peso de sólo 270 kgs. en orden de combate, era un modelo ingenioso con una placa-base provista de ruedas. Podía entrar en acción rápidamente sin molestarse en quitarle las ruedas y en alcance y tamaño de su proyectil constituyeron un añadido al campo de batalla que fue muy mal recibido por parte de los alemanes; probablemente fue el mejor mortero de la contienda. El ejército alemán quedó tan impresionado por sus características y su movilidad que después de capturar unos cuantos y realizar algunos ensayos, inmediatamente lo pusieron en producción como su "Granatwerfer 42". Cuando lo tuvieron disponible en número suficiente se convirtió en el mortero preferido de todo el ejército, sustituyendo a muchos de los otros modelos e incluso compañías de cañones de infantería fueron armadas con él. El más extraño de los morteros alemanes fue el "Leichte Ladungswerfer" (lanza-cargas ligero). Era un mortero de peso ligero con "golpe" de peso pesado; se trataba de una simple espiga de 9 mm. montada sobre una placa-base y sujeta en la forma tradicional por un bípode y un mecanismo de dirección. El extremo de la espiga tenía un encastre de tipo bayoneta en el que se encajaba un cartucho especial. Luego se cargaba una granada de aletas de 22 kgs. deslizando su cola hueca sobre el cartucho y la espiga. El disparo se hacía eléctricamente, saliendo despedido el proyectil de la espiga hasta una distancia máxima de 700 metros. Esto suena a mucho, pero el arma era extraordinariamente precisa y la bomba portaba una carga interior de 6,75 kgs. de TNT con espoleta de retardo. Su misión principal radicaba en batir pequeños puntos fuertes y no cabía duda de que la llegada de esa bomba al techo de una pequeña casamata o de una casa fortificada convencería rápidamente a los ocupantes a una huida urgente o la muerte segura. En Rusia, el éxito de su mortero de 120 mm. se volvió en cierto modo contra ellos cuando los alemanes lo copiaron, pero el hecho les causó poca consternación. El arma tenía peculiares ventajas para el ejército soviético: era simple en su manejo, por lo que sus sirvientes necesitaban poca instrucción; era barata, razón por la cual las fábricas podían producirla en grandes cantidades; la munición era relativamente sencilla, siendo válida también aquí la consecuencia anterior y sobre todo, era una máquina de matar hombres de gran eficacia. Estas consideraciones apuntaban a ella como la cosa que precisamente necesitaban los soviéticos para armar a sus ejércitos en rápida expansión después de los reveses iniciales y de las fábricas empezaron a salir cada vez más morteros. Pero además de utilizarlos en su papel ya aceptado de arma de infantería, los soviéticos dieron un paso más y comenzaron a producir morteros realmente pesados y equipar con ellos a las unidades de artillería. Después del de 120 mm. vino el de 160 y luego el de 240, potentes materiales sobre ruedas que tenían tanto alcance como muchos obuses de artillería y causaban muchísimo más daño con sus pesadas bombas y su elevada cadencia de fuego. El de 160 mm. podía enviar un proyectil de 40 kgs. a unos 7.000 metros y mantener una cadencia de tres disparos por minuto, mientras que el de 240 mm. disparaba unos 135 kgs. cada treinta segundos a 11.000 metros. Se organizaron regimientos de estos materiales que se integraron en los "Ejércitos de Artillería" que habían de barrer de Rusia a los invasores alemanes y los harían retroceder hasta Berlín en 1945.
Porqué el mortero?
Al explicar aquí los morteros, a menudo he comentado los efectos particularmente mortíferos de sus proyectiles y quizás el que sea poco entendido se pregunte qué tiene de especial una bomba de mortero comparada con una granada de artillería. Al fin y al cabo, la bomba de mortero es una solución más barata ¿por qué, entonces, tiene que ser mucho más mortífera? La razón reside en dos características del mortero que rozan el tema de la munición. La primera es que el mortero sufre muchísimo menos esfuerzo, en otras palabras, que la carga de proyección es algo menor que en las otras piezas del mismo calibre y por ello el proyectil sufre menos sacudida al ser lanzado. Debido a esto es posible fabricar el proyectil de un material de menos calidad y llenarlo con más carga explosiva; la granada de artillería durante la Segunda Guerra Mundial contenía por término medio del ocho al diez por ciento de su peso en explosivo; así, una de 16 kgs. se podía suponer que llevaba alrededor de 1.600 gramos de TNT. La bomba de mortero, por el contrario llevaba como el veinte por ciento; para dar un ejemplo concreto, la alemana de 100 mm. para el Nebelwerfer pesaba 7,5 kgs. y estaba cargada con 1.600 gramos de TNT, que es casi el 21 por ciento del peso total. Es obvio que cuanto más explosivo de en el blanco mayor será el efecto. La segunda característica es la elevada trayectoria del mortero, lo que hace que el proyectil llegue con un gran ángulo de caída, normalmente de unos 70 grados con respecto al plano horizontal. Un proyectil de una pieza de artillería suele incidir con un ángulo de unos 30 grados y de este modo, mucha de la fragmentación resultante es o bien absorbida por el terreno inmediatamente debajo de él o se disipa sin peligro en el aire. Pero el empinado ángulo de llegada de la granada de mortero significa que ésta se halla casi vertical cuando hace explosión y por ello esparce los fragmentos regularmente a su alrededor sin desperdiciarlos. De aquí que tenga mayores efectos mortíferos debido a una mejor distribución de sus fragmentos y onda expansiva. Sin embargo hay varias cosas que resultan difíciles para los morteros. Uno de los métodos más eficaces de empleo del fuego de artillería contra tropas en trincheras es el de usar espoletas de tiempos para que el proyectil haga explosión en el aire por encima de sus cabezas, proyectando sus fragmentos hacia abajo buscando detrás de las cubiertas y en el interior de las trincheras, lo que resulta imposible para una granada que estalle en tierra. Por supuesto que también se podrían adaptar espoletas a tiempos a la munición de morteros pero, como hemos visto, el concepto básico del mortero es la simplicidad a toda costa y el infante es reacio a que se le maree con tablas de tiro y cálculos complejos para sacar la graduación de espoleta. Lo que a él le gusta es dejar caer la granada en el tubo y que salga sin demasiadas complicaciones, lo otro lo dejan para los artilleros. En un intento de autosuficiencia, el ejército alemán produjo una singular "bomba saltarina" para su mortero de 81 mm. En su aspecto se parecía a una bomba convencional, pero su punta roma estaba apenas engarzada al cuerpo, que tenía una cabeza redondeada y una espoleta de retardo de mixto. La punta, hueca, contenía una carga de pólvora y una espoleta a percusión. Al caer el proyectil, la espoleta a percusión prendía fuego inmediatamente a la pólvora; ésta hacia explosión, cercenaba los clavos que mantenían juntos la punta y el cuerpo y lanzaba a éste de nuevo al aire, encendiendo entonces el mixto de retardo. Cuando la bomba había "saltado" a la altura adecuada, el retardo terminaba de arder y hacía detonar la carga explosiva principal produciendo el efecto de explosión en el aire sin la complicación de una espoleta a tiempos. La altura de explosión teórica podía ser cualquiera entre dos y veinte metros, siendo difícil precisar más a causa de ligeras variaciones en la combustión del elemento de retardo y también porque dependía mucho de la dureza del terreno en el que caía. En la realidad, la altura de explosión era comúnmente entre 7 y 17 metros. Siempre que el suelo fuese moderadamente firme, este modelo daba una excelente respuesta al problema, pero en tierra blanda tendía a fallar ya que la granada se introducía bastante en el terreno antes de que la espoleta a percusión funcionase y la acción subsiguiente quedaba con poco efecto. Después del final de la Segunda Guerra Mundial el desarrollo del mortero sufrió una detención. Estas armas, que tan buen servicio habían prestado durante el conflicto, fueron guardadas para su uso en el futuro, por lo que los fondos y las instalaciones para proyectos existentes se destinaron por lo general a investigaciones mucho más espectaculares, tales como las de misiles.